Si de lo que Google quería presumir en su evento para desarrolladores de la semana pasada era de omnipotencia, hay que concluir que lo ha conseguido. En su prolija (aunque no amena) presentación, Sundar Pichai, VP de Plataformas, ofreció un par de estadísticas: Android tiene en todo el mundo 1.000 millones de usuarios activos, – hace un año eran 530 millones – y una cuota de mercado en tabletas del 62%. Otra cifra, que potencialmente es la más interesante: cada usuario de Android consulta su smartphone 125 veces al día (!). Todo confluye en que, ya que tiene el control de esos mercados, Android – es decir, Google – se propone llevar su hegemonía a más y más esferas de la vida cotidiana.
Más que con la anterior edición de esta conferencia resulta útil comparar Google I/O con la conferencia de desarrolladores de Apple, que se celebró también en el Moscone Center de San Francisco hace pocas semanas. Ambas, lógicamente, estuvieron centradas en el software, pero con un matiz: mientras en la WWDC los futuros dispositivos estaban en la cabeza de todos (iWatch) pero ausentes, los ejecutivos de Google – y sus partners industriales- se esforzaron por dar la impresión (falsa) de que los suyos ya existen.
El anuncio más significativo, desde el punto de vista de la competencia con iOS, fue Android L. Por alguna razón, Google ha decidido abandonar la secuencia de golosinas, para abrir una nueva que empieza directamente por la duodécima letra del alfabeto. Está por ver si así conseguirá de una vez acabar con la dichosa fragmentación, que ha traído de cabeza a los desarrolladores.
Entre otras novedades del sistema operativo que deberían mejorar la calidad de las aplicaciones, la más importante es la compatibilidad con procesadores de 64 bits, que podría facilitar el desembarco de Intel en los smartphones Android. La competicion entre iOS 8 y Android L está servida por anticipado, y se hará notar en el mercado a partir del otoño: presumiblemente, el lanzamiento de iPhone 6 coincidirá con la aparición inmediata de nuevos smartphones de la escuadrilla que sigue la pauta de Google.
Se habló mucho de wearables en Google I/O. Era obvio para los presentes que el eje de este año sería hacer evolucionar el software y los servicios más allá de los smartphones y las tabletas, un esfuerzo que trata de sumarse a la corriente de Internet of Things, que Google interpreta como un ´ecosistema`de wearables, gadgets para la automatización doméstica, coches conectados y dispositivos machine-to-machine para las empresas. De todo ello, lo más concreto fue la presentación de una estrategia para los smartwatches. En rigor, nada fundamental que no se hubiera dicho en marzo al anunciarse Android Wear, pero esta vez con la presencia de dos partners de peso, LG y Samsung.
Cada ejecutivo de Google que salía a escena lucía uno de estos gadgets en la muñeca y, para hacerlos más ostensibles, los ensalzaba con frases tópicas. Pero sólo eran prototipos, por tanto provisionales. Aparte de un debate menor acerca de si es mejor que sean cuadrados o redondos, estos relojes ´inteligentes` que se mostraron no eran más que dispositivos de notificación, de escasa o nula utilidad si se los separa de un smartphone Android.
Android TV, otra novedad relevante, no es un dispositivo sino un subconjunto de la plataforma Android L, diseñado para funcionar en un televisor: no ofrece funcionalidad plena para ejecutar aplicaciones en el aparato, pero deja a los desarrolladores la posibilidad de adaptar las suyas al input que cada marca pueda soportar.
Google reitera, pues, en su deseo de invadir el salón de estar, y no se le puede reprochar la tenacidad. El primer intento, hace cuatro años, se llamó Google TV, y tuvo incluso una segunda versión, pero los consumidores le dieron la espalda. En su sucesor hay algo más que el cambio de nombre: el sistema operativo actúa como un controlador virtual, una aplicación que se ejecuta tanto desde un smartphones como una tableta, o un mando remoto del TV, por fin despojado de las complicaciones del teclado con navegador que provocó el descrédito del original.
Los numerosos modelos de televisores smart carecen de un estándar único, porque cada fabricante trata de mantener cautivos a los usuarios, lo que a la postre ha contribuído a limitar lo que se puede hacer con uno de estos televisores ´inteligentes`. Android TV, a diferencia de Apple TV, no se conforma con la función de set-top-box, sino que se puede incorporar en el televisor. Esto es, Google aspira a que su software sirva como principio del estándar inexistente; por ahora, la única marca a la que ha enrolado es Sony. Si tuviera la adhesión de Samsung, sería una oportunidad de oro para debilitar a Apple, que sigue dándole vueltas al asunto.
Aunque la propaganda diga otra cosa, la interacción entre un coche y un smartphone es todavía muy elemental y se presta a discusión. En enero, Google y varios fabricantes crearon la Open Automotive Alliance, con el evidente propósito de abrir ese espacio para Android. En el evento I/O, se presentó Android Auto, un proyecto de hacer que el sistema operativo sea más ´amigable` para diseñar aplicaciones para los coches. La navegación se activa por voz, un recurso de manos libres que Google ya ha escogido para Android Wear, y que pone a disposición de los desarrolladores para estar rápidamente en condiciones de competir con CarPlay, de Apple. Se sugiere que los primeros vehículos (Ford, Chrysler, Honda o Nissan) con Android Auto circularán antes de finales de 2014.
No todo fue Android, sin embargo. La muy discutida convergencia con Chrome OS se empieza a notar, y esta parece ser la meta de Pichai desde que fue promovido a supuesto actual. Un ejemplo de esa aproximación gradual es el hecho de que los portátiles Chromebook se sincronizarán automáticamente con un smartphone Android contiguo, pese a que formalmente ambos llevan distintos sistemas operativos. Por otra parte, se prometió – sin fecha, sólo con un par de demos – que ciertas apps bajo Android funcionarán en los Chromebooks. Parece como si Google estuviera poniendo las primeras piedras de una estrategia que cerraría el círculo en torno a los usuarios: una de las demostraciones consistió en utilizar un smartwatch Android para autenticar un teléfono Android o un portátil Chromebook sin tener que introducir PIN o contraseña cuando el ´reloj` está sincronizado con ellos.
En un panorama tan vasto, hubo omisiones. Aparte de algunos frikis que deambulaban por el Moscone Center y sus aledaños, Google Glass no fue mencionado. Un ejecutivo de Google admitió, en conversación con este blog, que no es el mejor momento para seguir haciendo alardes cuando el dispositivo está siendo criticado como intrusivo. Más llamativa aún fue la ausencia de referencias a Nest supuesta palanca para una estrategia de home automation, de la que no ha habido noticias desde que fue adquirida por Google en enero. Tampoco se habló de Google + supuesta réplica a Facebook, que ha sido la causa de la abrupta salida de Vic Gundotra, que ha pagado el pato del fracaso estratégico.
¿Qué conclusión general extraer del evento? La primera y esencial es que Google perservera en la búsqueda de servicios destinados a construir un nuevo ´ecosistema` que funcione mejor gracias a la combinación de datos personales e información obtenida de dispositivos y sensores, para crear lo que la compañía llama «experiencias sensibles al contexto». No es más que el principio de lo que algún gurú llama «computación hiperconsciente» (sic) y que tiene, en cierta medida, bastante relación con el Internet de las Cosas. Porque para entender el contexto de los usuarios, en cada proyecto que aborda Google subyace la misma motivación: ser el punto de recogida de la mayor cantidad de datos posible, para a partir de ellos hacer nuevos negocios.
Las últimas adquisiciones de Google – un fabricante de termostatos, una empresa de imágenes por satélite, otra de aeronaves no tripuladas, y otra de cámaras caseras – demuestran algo más que solidez financiera: un notorio interés de extender su alcance más allá de los límites actuales de su actuación. Hay reacciones diferentes: unos sólo ven su audacia sin límites para triunfar en cualquier cosa que se proponga; otros empiezan a perder la paciencia con tanta pretensión mesiánica. La verdad es que a veces Google da miedo.
[informes de Arantxa Herranz y Mario Kotler]